El
decrecimiento niega al
hombre económico, siempre buscando el beneficio; quiere limitar el ámbito de la economía y sacarla del centro de nuestra vida. Apuesta por
recuperar el dominio de nuestro tiempo y la libertad de decir no al consumo. Con el paso del tiempo afloran nuevas teorías afloran en las universidades de nuestro país, aunque sea de forma anecdótica, en asignaturas como Economía Internacional y similares. Como toda teoría o corriente, el decrecimiento también tiene sus parábolas y metáforas. La que mejor lo ilustra es la del pescador mexicano y el norteamericano, que se acerca a charlar sobre
el trabajo y el tiempo.
El pescador mexicano explica: "Duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, me echo una siesta, voy todas las noches al pueblo y todo la guitarra con mis amigos... Tengo una vida plena y ocupada". Por su parte, el pescador norteamericano le aconseja: "Deberías emplear más tiempo en la pesca. Con los ingresos podrías comprar varios botes, tendrás una flota y podrías abrir una factoría. Es más, no tendrías porqué abrirla en este pueblo, sino en Ciudad de México e incluso en Nueva York. Tendrías que cotizar en Bolsa para hacer más dinero y así poder retirarte a un pueblo costero donde dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con tus hijos, echar una siesta, ir todas las noches al pueblo y tocar la guitarra con tus amigos". ¡Qué maravilla! ¡Qué feliz rodeo!
De este modo se atisba el decrecimiento como una oportunidad de ver lo que sucede a nuestro alrededor y lo que hacemos con éste. El decrecimiento podría definirse como una corriente de pensamiento político, económico y social que propone la disminución regulada y controlada de la producción económica para lograr un equilibrio ideal entre el ser humano, su entorno y su propia naturaleza. Incluso afirma que un crecimiento exponencial indefinido es insostenible en un medio ambiente finito.
La teoría del decrecimiento no es baladí e incluso hace ya varios años que diversos economistas han defendido esta posición. Ya en 2.003, el economista francés Serge Latouche publicó en Le Monde el artículo "Por una sociedad en decrecimiento", donde afirmó lo siguiente: "El decrecimiento pasa por abandonar el objetivo insano y absurdo del crecimiento por el crecimiento. Para acceder a una sociedad en decrecimiento es necesario salir de la economía; es decir, se han de tomar las riendas de nuestra vida en la teoría y en la práctica". En España, autores como Carlos Taibo con libros como "En defensa del decrecimiento" defienden esta corriente que aboga por la responsabilidad y la autocontención.
Trabajar más para aumentar el consumo; reactivar la economía es crecer y seguir creciendo. Es la receta de muchos para salir de la crisis (pregunten en la CEOE). Se considera que no crecer es un problema, ya que crecimiento ha pasado a ser un sinónimo de bienestar. ¿Cómo se puede considerar el crecimiento como un sinónimo de bienestar? Los indicadores económicos que se ocupan del crecimiento (PIB,...) computan todo lo que es producción y gasto. Sin embargo, estos mismos indicadores apenas dicen nada de otros aspectos fundamentales para comprender lo que ocurre en nuestra sociedad, y para ejemplo el del trabajo doméstico (no contabilizado en ningún indicador económico).
En la sociedad de la insatisfacción, consumir nos acerca a la tan escurridiza felicidad. Consumir ha pasado a ser la principal esencia de nuestras vidas. Los promotores del consumo han sabido unir a la perfección este concepto con otros como el
ocio; desvinculándolo de otras palabras como la
necesidad. Este proceso se ha visto favorecido por la
publicidad (deseo de lo ajeno y desprecio de lo propio), el
crédito y la
vida útil de los productos
(obsolescencia programada). Nuestra vida se basa en
comprar, tirar y comprar para que la economía
funcione. La
distancia se ha convertido en un argumento para valorar a una empresa: cuanto más lejos se encuentre de donde surgió, mejor. Y si además consigue
menores costes, mejor aún.
Como indica Carlos Taibo: "El capitalismo es un estado de corrosión terminal, ha perdido los frenos de emergencia que en el pasado, y en diversas circunstancias, le permitieron salvar la cara. Es más; ha dejado de ser el sistema eficiente - explotador, injusto y excluyente - que fue en el pasado". Es hora de pensar ya en alternativas: el decrecimiento es una. El decrecimiento no es una utopía; es un planteamiento que comienza en la responsabilidad de cada uno. De este modo es algo controlable, concreto y asumible. El decrecimiento propone la racionalización tanto del consumo como del trabajo. Al rebajar nuestras "necesidades" podremos dedicar menos horas al trabajo y más horas a nosotros mismos.
Ocho horas de trabajo, a lo que normalmente se ha de sumar el tiempo de
desplazamiento; supone dedicar a la actividad económica más que a ninguna otra actividad en nuestras vidas.
¿Por qué no salir de esta dinámica? ¿No es la economía una ciencia al servicio de las personas y no al contrario? Aún así, el
dominio del tiempo es una forma básica de poder, ya sea de poder sobre otros o de poder sobre uno mismo (autodominio para suministrar nuestro tiempo conforme a nuestras
"necesidades"). Esta reducción de la jornada laboral no supone una pérdida de tiempo, sino que es tiempo recuperado e invertido en uno mismo.
En el fondo, pensándolo fríamente, sabemos que la felicidad no reside en el crecimiento y en el consumo: ¿Por qué actuar como si no lo supiéramos?
José Enrique Alonso Velasco